Rubén

Cuando empecé a ver sinfonier impreso en la publicidad que las mueblerías meten en los buzones me sobresalté y me irrité. Creo que de no estar en el presente de la mutación, si solo estuviera espiando a través de la mirilla de unos siglos me habría hecho gracia y agradado: mira mi lengua, qué salada se desquita del préstamo con la etimología popular, con qué frescura trueca en sinfonía esos trapillos o chifones que no le dicen rien. Había un trinchante, que no era mesa sino cómoda, no chifonier ni bargueño sino aparador, un mueble muy grande y oscuro que vigilaba el comedor grande y oscuro de mi infancia. Jamás utilicé esa palabra porque la creía una invención estrictamente familiar y temía asustar a las otras niñas en cuyos comedores no había fantasmas y trinchante, y cuyas abuelas no vestían largas faldas negras con moños de ceniza, sino permanentes de espuma teñida de violeta. Ignoraba entonces que el trinchante había llegado alguna vez de Francia, trayendo con las sombras una parte del no resuelto problema de las conexiones entre tranzar, trincar, trinchar, tronchar y truncar, orillas tan próximas no alcanzan a abrazarse, no hay vado ni barquilla.
En la Francia del trinchante y los chiffons Montaigne confiesa su particular inclinación por la poesía: «Porque, lo decía Cleantes, así como la voz, constreñida en el estrecho canal de una trompeta, surge más aguda y más fuerte, me parece también que el sentido, oprimido por los cadenciosos metros de la poesía, se alza con mucha mayor brusquedad y me golpea con una sacudida más viva» («La formación de los hijos», I, XXV).
A menudo la comparación de la poesía con la música suele establecer que la poesía es música, como si supiéramos bien qué es la música e incluso qué es y qué no la poesía. En un capítulo de los Simpsons, Milhouse, que acaba de interpretar una canción para Lisa, explica su arte a otra niña que le aplaude extasiada: Oh, gracias, lo hecho con un diccionario de rimas; bueno, esos diccionarios solo ofrecen posibilidades. La tarea del poeta es decir «esta, supongo». Esa incertidumbre y la poesía y la música, obscurum per obscurius, es más fácil acercar trinchar a truncar, asúmelo, Melpómene, y si no será al revés, que es la música a menudo poesía. En primero me sentaba casi siempre con Irini, una chica turca de origen griego que hablaba un español muy bueno y también pródigo en traspiés hilarantes; decía, por ejemplo, Rubén Diario, y yo me moría de risa. No me gustaba nada Rubén entonces, me digo escandalizada ahora que me encuentro en este lugar al que inexplicablemente certera la flecha disparada sin saber adónde desde allí llega, guijarro o perla, la verdad vuelca su urna:

Ama tu ritmo y ritma tus acciones
bajo su ley, así como tus versos;
eres un universo de universos
y tu alma una fuente de canciones.

La celeste unidad que presupones
hará brotar en ti mundos diversos,
y al resonar tus números dispersos
pitagoriza en tus constelaciones.

Escucha la retórica divina
del pájaro del aire y la nocturna
irradiación geométrica adivina;
mata la indiferencia taciturna
y engarza perla y perla cristalina
en donde la verdad vuelca su urna.

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